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La justicia falló a favor de Boca en una nueva final de la Copa de la Liga

El equipo de Sebastián Battaglia ejerció superioridad sobre un Tigre que no estuvo a la altura del nivel futbolístico que había alcanzado a mediados de temporada y se consagró como el primer campeón del 2022.

En una tarde de sol cordobesa, el Mario Alberto Kempes parecía ser el escenario ideal para albergar una nueva final del fútbol argentino. De un lado, con la responsabilidad de ganar, estaba Boca. La discusión periodística de la semana había tenido un eje claro: se debía elegir, en lo que pasaba de largo como un juego, entre ganar la final de la Copa de la Liga o clasificar en la Libertadores. Alejado de dicha disyuntiva, los de la Ribera se lanzaban a cumplir con el primero de sus objetivos.

En la otra mitad del terreno decía presente Tigre, ese equipo que había perdido la categoría en 2019 como consecuencia directa del injusto sistema de promedios. El conjunto dirigido por Diego Martínez venía de eliminar a River en el Monumental y a Argentinos Juniors en el Ducó, por lo que contaba con un envión anímico considerable. Para colmo, el Matador buscaba revalidar lo conseguido hace ya casi tres años en el mismo estadio y contra el mismo rival: ya descendidos, los de Gorosito habían vencido a los de Alfaro con goles de Federico González y Lucas Janson.

Ahora bien, lo cierto es que, en esta oportunidad, la jerarquía de uno contrastaba drásticamente con la ilusión del otro. A pesar de que podría pensarse que Tigre tenía todo para ganar y que saldría a afrontar el encuentro con absoluta tranquilidad, el equipo de Victoria mostró desde un comienzo su ansiedad por disputar el partido. Mientras que Boca y Darío Herrera se detenían en la mitad del campo para entonar las estrofas del himno nacional, Prediger ya había llamado a sus compañeros para la tradicional foto de la plantilla. Son dos las explicaciones que permiten entender este fenómeno: o desde la Liga Profesional no le informaron a los planteles los protocolos correspondientes (lo que no sería extraño), o el apuro por sumar una nueva estrella sumergía a Tigre en un profundo desasosiego.

Indudablemente, este último punto mencionado ha de ser una simple curiosidad que se dio en el marco de un nerviosismo mutuo. No obstante, no resulta extraño que, durante los primeros minutos de juego, el equipo de Diego Martínez haya tomado la iniciativa. El Matador se hizo cargo de la pelota y, aunque no llegó a tener ninguna aproximación de peligro, logró que Battaglia se levantase de su asiento para dar las primeras indicaciones. Daba la sensación de que Tigre había salido sumamente concentrado y dispuesto a repetir aquella hazaña, mientras que Boca necesitaba del roce con el balón para meterse en juego.

De hecho, desde que se acomodó en el partido, el Xeneize pasó a tener el protagonismo. No es que Tigre se lo haya cedido ni mucho menos; con futbolistas de buen pie en la mitad de la cancha, las espaldas de Blondel y Prieto eran una amenaza constante para los de Victoria, que debían ocuparse seriamente de Villa y Salvio.

El primer (no) gol de la tarde contó con la intervención del VAR. Tras una buena maniobra del colombiano aludido previamente, Benedetto se perfiló de cara al arco de Marinelli y cruzó un remate sensacional, que tuvo como única limitación el banderín de Diego Bonfá. La decisión del juez de línea (que dirá presente en la próxima Copa del Mundo) fue ratificada por la cabina de videoarbitraje, que otra vez tardó demasiado en dar una respuesta.

Más allá de lo narrado hasta el momento, el conjunto vestido de azul y oro no se rindió. Los comandados por Sebastián Battaglia tuvieron la pelota y dominaron el partido, lo que no necesariamente se encuentra relacionado. Boca no fue el de Corinthians, pero tampoco el de Racing. Es más, dicha polarización se presenta como injustificada si tenemos en cuenta que estuvo mucho más cerca de ser aquel equipo que superó, desde el todo punto de vista, al combinado carioca.

La recompensa para los de la Ribera llegó, finalmente, sobre el final de la primera etapa. Tras un cabezazo de Marcos Rojo y con la complicidad de Marinelli, el Xeneize consiguió abrir el marcador. Merecido premio para un equipo que, amparándose en la jerarquía de sus componentes, había hecho de la posesión algo propio.

El segundo tiempo empezó siendo parejo y ninguno de los dos parecía atreverse a arriesgar demasiado. Con el correr de los minutos, Tigre volvió a ser aquel del comienzo del partido y ejerció cierta presión sobre su adversario. En este sentido, no es casual que Battaglia haya optado por el ingreso de Ramírez. Si bien Salvio se mostró fastidioso luego del cambio, había una clara necesidad de poblar una mitad de cancha en la que cada vez había más injerencia de camisetas blancas.

Pero lo que para los de Victoria representaba un esfuerzo particular, para Boca se terminaría solucionando con la categoría de sus futbolistas. Fabra agarró la pelota cruzando la mitad de la cancha y sacó de su zurda un proyectil cuyo destino final fue el ángulo del arquero rival. Riquelme había avisado algunos días antes: "(Fabra) Va a estar entre los mejores laterales izquierdos de la institución, es increíblemente bueno". Y así fue: el oriundo de Nechí, Colombia, demostró su calidad y dejó en claro que, cuando quiere, puede ser realmente decisivo.

Con el aliento de su gente (que se quedó en las tribunas del Kempes aún finalizada la final), Tigre continuó empujando, aunque no con la misma vehemencia. Al Xeneize le alcanzaba con pocos toques para llegar a los palos de Marinelli y fue capaz de aprovechar una nueva pelota parada, que encontró en un frentazo de Vázquez - ingresado minutos antes por Darío Benedetto - el tercer gol del encuentro.

Sin ningún lugar a duda, las finales se ganan. Pero está claro que para que ello ocurra, primero deben jugarse. Boca tuvo un partido en el que hizo de su jerarquía individual un elemento más para conseguir el triunfo. El rendimiento colectivo también fue positivo, sobre todo desde lo actitudinal. Por otro lado, Tigre fue poco para la expectativa que se había generado después de la victoria ante River.

¿Los festejos? Al menos en el Kempes, medidos. La parcialidad Xeneize apretó su puño, se abrazó y recitó algunas de las clásicas canciones de campeonato. El que sí probablemente haya sentido tranquilidad fue Battaglia: el DT parecería haber encontrado, al menos desde los nombres, el equipo. El jueves ante Deportivo Cali tendrá otra prueba de fuego, pero habiendo superado antes uno de los dos compromisos claves del cierre del semestre.

Quedará para la deliberación periodística si Boca fue o no el mejor del campeonato. Lo que sí es un hecho es que ha sido, indiscutiblemente, un justo campeón.

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