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River sufre por la falta de gol

El equipo de Marcelo Gallardo no pudo vencer a Arsenal en el Viaducto y, si bien el empate lo coloca en la zona de clasificación, deberá a esperar al final de la fecha para asegurarse cierta tranquilidad.

Foto: La Página Millonaria


Después de golear 6 a 1 a Godoy Cruz en Mendoza, River no pasó del cero ni con Racing ni con Arsenal. Sin dudas, algo extraño para un equipo con una vocación ofensiva verdaderamente admirable, que nos tenía acostumbrados a marcar como mínimo dos goles por partido.

Lo cierto es que el trabajo asociativo del Millo continúa estando ligado a un rol protagónico. El control del juego a través de la posesión sigue siendo una de las mejores virtudes de un equipo al que, evidentemente, le está costando definir en los últimos metros. No obstante, si optamos por realizar un análisis más minucioso, llegaríamos a la conclusión de que el problema inicia incluso antes, en la etapa previa al remate final. La ausencia de Nacho Fernández, por más que en el último tiempo este había bajado mínimamente su nivel, se hace sentir en el mediocampo de River. La zona de gestación hoy está constituida por hombres que hacen esfuerzos extraordinarios (en el sentido grandilocuente de la palabra), y es en esos espacios en donde el ahora jugador del Mineiro simplificaba las cosas. Claro está que De la Cruz se aboca a mantener un buen ritmo y una gran intensidad, acompañado de un nivel futbolístico sumamente prominente. Palavecino ofrece alternativas desde lo funcional, y Carrascal garantiza una cuota de sutiliza que, a pesar de que no siempre se transforma en la llave del gol, sí dice presente para aparecer en cualquier momento.

Pero las fallas son evidentes. Los errores son corregibles, lejos están, por ejemplo, de un Boca que ni siquiera es capaz de construir colectivamente. Es en los últimos pases en donde los del Muñeco no logran vislumbrar espontáneamente como lo hacían antes. Por dicho motivo, el cero a cero preocupa: ya no son sólo números que determinan el resultado de un partido, si no patrones que comienzan a repetirse y que tienen la necesidad de subsanarse lo antes posible.

Destacado fue lo de Paulo Díaz, que se mantuvo sólido en defensa y garantizó que Arsenal no sorprendiese demasiado. Aún así, al fin y al cabo la pelota la tuvo siempre River. En pequeñas transiciones de pérdidas a recuperaciones los dirigidos por Rondina quisieron asombrar, pero no lo lograron con demasiada efectividad. El partido tuvo claramente un dueño que sometió al rival pero que, nuevamente, lo dejó conformarse con un empate conveniente. Alegóricamente, es como si la Banda tuviese las llaves de su casa pero aún así existiese algo que le imposibilitara su ingreso.

La cara de Gallardo sobre el final del encuentro define el gran grado de insatisfacción. Por un lado, sus once apostaron fuertemente al ya instalado volumen ofensivo, pero a su vez estos no lograron transformar en gol las oportunidades generadas. A replantearse quedará el armado, los nombres propios y las estrategias posicionales. Por lo pronto, en Sarandí no se sacaron diferencias.

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